"Como la Reina de la Gran Bretaña ha insistido siempre con las mayores instancias, en que los habitantes del Principado de Cataluña, de cualquier estado o calidad que fuesen, no solamente tengan pleno y perpetuo perdón de todo lo que han hecho en la guerra pasada, y gocen de la entera posesión de sus bienes y honores, sino que hayan de gozar también salvos sus antiguos Privilegios. El Rey Católico, en atención a la dicha Reina de la Gran Bretaña, concede a todos los habitantes de Cataluña, no solamente la amnistía deseada, juntamente con la entera posesion de sus bienes y honores, pero tambien les concede todos los privilegios que tienen y gozan los habitantes de las dos Castillas (que de todos los españoles son los más estimados de su Magestad Catolica) o que en adelante podrán tener o gozar.
Es digno de madura reflexión lo cauteloso de esta respuesta, tan contraria a la Real intención de la Reina de la Gran Bretaña, pues pidiendo su Majestad Británica a favor de Cataluña sus antiguos Privilegios, que no solo le aseguran la libertad, sino que también redundan en mayor honor de este Principado, ofrece el Ministro del Serenísimo Señor Duque d'Anjou, cautelosamente unas Leyes que perpetúan la esclavitud y eternizan el más afrentoso castigo, y eso lo ofrece como un favor que solo merecen sus amados Castellanos.
De dicho capítulo IX respuesta de dicho General, Capítulo XIII de la Paz entre Inglaterra y el Serenísimo Señor Duque d'Anjou, evidentemente se ve, que Cataluña queda sin Leyes ni Privilegios, a merced del Señor, y con la misma sujeción que los Castellanos, cosa que nunca en Cataluña, desde que es Cataluña, se ha visto, y fuese la mayor deshonra para los naturales que nos encontramos en el presente estado, aceptar una cosa que por evitarla nuestros Antepasados han gastado libremente sus patrimonios, han derramado varonilmente su sangre y han perdido heroicamente sus vidas, y de todo los ha librado Dios, nuestro Señor, victoriosos por ser cosa tan agradable a la Divina Magestad, la defensa de nuestras Santas y Católicas Leyes y Privilegios. Y la misma confianza debemos tener Nosotros ya que no nos queda otro remedio humano para la conservación de nuestras Leyes, Privilegios y Libertades, que la fuerza de las Armas amparadas por la Divina Protección.
Norberto Font y Sagué
1713
Y ahora, como siempre y ante todo, confirmamos su texto, a ser posible dentro de su contexto, y lo primero es saber que el texto original está escrito en catalán y lo que leemos es una traducción:
Y para que á todos sea generalmente notorio, que con voz alta, clara e inteligible sea publicado por todos los calles de la presente ciudad.
Dado en la casa del la Excma. Ciudad, residiendo en el portal de S. Antonio, presentes los dichos señores Excmos. Y personas Asociadas, a 11 de Septiembre, á las 3 de la tarde, de 1714
Podemos ver de nuevo una frase, traducida y fuera de contexto, se acomoda como si nada al ideal españolista actual, se convierte en un grito en defensa del modelo actual de España, y Rafael Casanovas, radical a ultranza que hizo todo lo posible para llevar la defensa de Barcelona hasta la última gota de sangre, resulta todo un patriota español (en el sentido actual de la palabra).
Ahora
oíd, se hace saber a todos generalmente, de parte de los Tres Excelentísimos
Comunes, tomado el parecer de los Señores de la Junta de Gobierno, personas
asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están
impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la
deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de
todo el Principado y de toda España, está expuesta al último extremo, de
someterse a una entera esclavitud. Notifican, amonestan y exhortan,
representando a Padres de la Patria que se afligen de la desgracia irreparable
que amenaza el favor e injusto encono de las armas franco-españolas, hecha
seria reflexión del estado en que los enemigos del Rey N.S., de nuestra
libertad y Patria, están apostados ocupando todas las brechas, cortaduras,
baluartes del Portal Nou, Sta. Clara, Llevant y Sta. Eulalia. Se hace saber,
que si luego, inmediatamente de oído el presente pregón, todos los naturales,
habitantes y demás gentes hábiles para las armas no se presentan en las plazas
de Junqueras, Born y Plaza de Palacio, a fin de que unidamente con todos los
Señores que representan los Comunes, se puedan rechazar los enemigos, haciendo
el último esfuerzo, esperando que Dios misericordioso, mejorará la suerte. Se
hace también saber, que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de
sus cargos, explican, declaran y protestan a los presentes, y dan testimonio a
los venideros, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos,
protestando de todos los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a
nuestra común y afligida Patria, y exterminio todos los honores y privilegios,
quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en esclavitud del
dominio francés; pero se confía, que todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la Libertad, acudirán a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España, y finalmente dicen y hacen saber, que si después de
una hora de publicado el pregón, no comparece gente suficiente para ejecutar la
ideada empresa, es forzoso, preciso y necesario hacer llamada y pedir
capitulación a los enemigos, antes de llegar la noche, para no exponer a la más
lamentable ruina de la Ciudad,
Novisima recopilación de las Leyes de España
Madrid 1805
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para no exponerla a un saqueo general, profanación de los Santos Templos, y sacrificio de niños, mujeres y personas
religiosas.
Y para que á todos sea generalmente notorio, que con voz alta, clara e inteligible sea publicado por todos los calles de la presente ciudad.
Dado en la casa del la Excma. Ciudad, residiendo en el portal de S. Antonio, presentes los dichos señores Excmos. Y personas Asociadas, a 11 de Septiembre, á las 3 de la tarde, de 1714
Podemos ver de nuevo una frase, traducida y fuera de contexto, se acomoda como si nada al ideal españolista actual, se convierte en un grito en defensa del modelo actual de España, y Rafael Casanovas, radical a ultranza que hizo todo lo posible para llevar la defensa de Barcelona hasta la última gota de sangre, resulta todo un patriota español (en el sentido actual de la palabra).
Gazeta de Barcelona publicada a 31 de Julio de 1713
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Ya no hace falta decir que la España que se defiende no es la actual, ni mucho menos una "grande y libre", es la España de los Austria, como ya habíamos visto una "monarquía compuesta" formada por una multitud de reinos y estados, con aduanas entre sí, con órganos legislativos propios, leyes propias (incluyendo leyes de extranjería), diferentes monedas e incluso diferentes medidas de longitud, peso, etc. … pero, eso sí, con un mismo soberano, aunque con el titulo de soberanía correspondiente para cada uno. En contraposición a la idea centralista de estado único borbónico-francés, la de "el estado soy yo" que practicaba Felipe V.
Tratado histórico-legal del real palacio antiguo y su ... Dominicus Aguirre Conde del Massot - Viena 1725 |
Con la frase "esta ciudad (Barcelona), en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España" queda claro dónde queda lo poco que queda de la "España" que defienden.
Esteban de Garibay y Çamalloa
(Mondragón, 1533 - Madrid, 1600)
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El rey del que habla es Carlos III, el de Austria, no el Borbón. Por mucho que la historiografía lo denomine generalmente sólo como Archiduque de Austria, en 1705 juró las constituciones catalanas y fue aceptado como soberano, no tan sólo del Principado de Cataluña y de los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, sino reconocido (en su lado de la península) como soberano de todos los reinos de España, y entronizado con este nombre de Carlos III. En 1706 se publicaron las nuevas Constituciones de Cataluña donde en el Capítulo I titula: "Declaración de la sucesión de la monarquía de España, los Reinos, Provincias y Dominios, á favor de la Real Majestad del Señor Rey Carlos III, y exclusión de aquella perpetuamente á la casa de Borbón".
Claro que al ser asimilados estos estados por Castilla, se impuso su numeración dinástica, donde Carlos III es oficialmente el Borbón, tercer hijo de Felipe V, nacido en 1716, borrando de l'historia a Carlos III de Austria.
Una vez caídos en 1709 los reinos de Aragón y Valencia, y habiendo dictado Felipe V los Decretos de Nueva Planta correspondientes, la única patria a defender a la que se puede referir es, sin lugar a dudas, Cataluña. Hay que recordar también que la firma del tratado de Utrecht en marzo de 1713 dio lugar al final de la guerra de sucesión, no habiendo, desde el momento en el que se embarcó Carlos III de regreso a Austria, más sucesor que Felipe d'Anjou. Por lo tanto de 1713 en adelante, llamen a esta guerra como quieran, pero ya no era de ningún modo guerra de sucesión.
Los "lugares señalados" son los sitios de batalla asignados a los defensores de Barcelona, frente a las tropas borbónicas, en los deteriorados baluartes durante la inevitable caída de la ciudad.
... dando testimonio a los venideros, de que se han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, protetas ante de todos los males, escombros y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y el exterminio de todos los honores y privilegios, ...
Al fin y al cabo, solamente se trata de los hechos de la batalla con la que finalizó el sitio de Barcelona. Las lecturas y conclusiones oficiales las hace siempre el bando ganador. Evidentemente el bando ganador también tiene su punto de vista y sus relatos de los hechos, de los que, para evitar las mentiras inventadas por los separatistas, podemos repasar un par. Quizás veamos que heroicidad o la demencia son ideas subjetivas que dependen sólo de qué lado de la muralla quiere sentirse cada uno; el resto son sólo hechos, y todos los hechos, los consideramos históricos o no, tienen siempre más de un punto de vista. No se trata de aceptar a ciegas los puntos de vista de los otros, solamente aceptar que los demás pueden tener uno diferente, y quizás intentar saber porqué, o, en todo caso, intentar no imponer el propio a los demás.
Madrid 1854
El tratado de Utrecht hizo caer las armas de la mano a casi todas las potencias beligerantes. Solo el emperador vacilaba al prestar su accesión; más viendo invadidos sus propios estados por el ejército francés, y no teniendo elementos hábiles a detener la victoriosa espada de Villars, se plegó bajo el ascendiente de las circunstancias, quedando incluido en la paz general. Este tratado aseguraba a Felipe V la conquista de España y de las Indias; pero la España perdía Gibraltar, Mahón y todas sus posesiones en Italia y los Países Bajos, es decir, todos los medios de figurar en el mundo como potencia de primer orden.
Narración de los sucesos principales de la historia
Madrid 1828
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Pero estas, bien dirigidas, fueron combatiendo y dominando sucesivamente a Manresa, Solsona, Mataró y Hostalrich, mientras el conde de Fienes mutilaba la rebelión en todo el territorio de Ampurias.
Los catalanes, reducidos a la situación más crítica, se defendían no obstante con intrepidez digna de elogio, si no estuviera manchada por crueles excesos de todo linaje; pero abatidos por los castellanos, rompieron todas las condiciones, abandonándose al enajenamiento de una demencia política. Llevaron su delirio hasta el punto de implorar la protección de la Puerta Otomana, donde se despreciaron sus temerarias ofertas. El emperador, ligado por la paz de Utrecht, no podía favorecerles abiertamente, y los escasos auxilios que les proporcionaba, más servían para prolongar su agonía que para enaltecer su causa moribunda. Pero ni aun así desistieron; y tal como sucede en el cuerpo humano, en el que el calor al abandonar los miembros, se refugia en el corazón, así en Cataluña, sofocada la insurrección en las extremidades, vino a reconcentrarse en Barcelona y a oponer aquí una resistencia más que heroica, desesperada.
El duque de Popoli, que había reemplazado a Berwick en el mando de las tropas, estableció el bloqueo de Barcelona, auxiliándole una poderosa escuadra; más como la lentitud de este medio ni convenía al decoro del monarca Español, ni era digna de las impotentes fuerzas que podían reunirse contra la rebelde ciudad, le convirtió pronto en sitio, arrojándose, espada en mano, sobre Santa Madrona, y abriendo en este punto la primera trinchera. Los rigores del invierno y una fuerte avenida del rio Llobregat, paralizaron los trabajos; los barceloneses, inflamados por el aspecto del último peligro, hicieron al propio tiempo una salida impetuosa, y si bien la disciplina de las tropas reales triunfó de sus tumultuosos esfuerzos, hicieron conocer al enemigo toda la dificultad de la empresa, y conocieron ellos el valor de sus propias fuerzas que era la mayor dificultad del sitio.
El duque de Popoli se sostenía con dificultad delante de Barcelona (1714), porque su ejército, mal abastecido y peor pagado, no se hallaba en disposición de operar vigorosamente. La audacia de los sitiados aumentaba en la misma proporción que decaía el aliento de los sitiadores, y se exaltó en gran manera con una imprudente medida del gobierno. El francés Orri, que dirigía a la sazón nuestra hacienda, impuso una recia contribución a los catalanes para proporcionarse recursos y castigar por este medio la pasada rebelión de aquel pueblo. No se necesitó más para que brotara otra vez el fuego de la sedición, mal encubierto entre cenizas caliente todavía. Partidas numerosas se arrojaron al campo, cometiendo inauditas tropelías, renovando todos los horrores de la guerra civil, y lo más importante, sino más sensible, cortando sus comunicaciones al ejército sitiado. Por otra parte, el emperador, fiel al sistema de fijar la atención de Felipe V en la esfera de sus propios dominios, para que no la dirigiera a los que acababa de perder en Italia, proseguía con poco rebozo protegiendo a los rebeldes y enviándoles víveres y refrescos. El Portugal y la Holanda, sobresaltados por algunas ideas intempestivas que transpiraba nuestra política, hacían nuevos aprestos militares, y no era inverosímil que al apoyo de esta complicación naciente pudieran respirar los catalanes.
La corte de España imploró entonces el auxilio de la francesa. Luis XIV, después de muchas gestiones, envió por último un ejército a Cataluña bajo las órdenes de Berwick, nombre grato para los españoles por la ilustre victoria que había obtenido en Almansa.
Entre tanto el duque de Popoli se debilitaba enviando destacamentos a diversos puntos para reprimir la osadía de los rebeldes, cuyo número se aumentaba con deplorable rapidez. Sin embargo, la primera batería levantada por los sitiadores, continuaba los trabajos del sitio con bastante fruto contra el convento de los Capuchinos que defendían cuatrocientos catalanes con acérrimo tesón. Perdiéronle, no obstante, Popoli pudo asestar sus cañones contra la muralla y sus morteros contra el centro de la ciudad. Mientras se batía aquella brecha, llovían las bombas sobre el seno de aquella población, y los habitantes inermes, mujeres, niños y ancianos procuraban recogerse bajo el cañón del castillo; pero las naves españolas, fulminando un fuego terrible de flanco, los ahuyentaron también de ese punto. Erigiéronse nuevas baterías contra el convento de Jesús y el bastión de la puerta del Ángel; pero antes de ponerlas en juego, dejo Popoli la dirección del sitio (30 de mayo). Reemplazóle el duque de Berwick que acababa de llegar con veinte mil franceses aguerridos, fuerzas que hacían subir las de los sitiadores a más de cuarenta mil hombres.
Los progresos de Berwick fueron lentos al principio, y los sitiados, a quienes alentaba extraordinariamente el menor vislumbre de esperanza, proyectaron hacer una salida sobre las trincheras de los sitiadores. Ejecutáronla el 13 de julio cuatro mil hombres y trescientos caballos; pero no obstante su indecible denuedo, quedaron rebatidos, siendo este choque, sangriento en igual grado para los dos combatientes.
De pronto, los sitiadores que habían trabajado con infatigable actividad muchos días, descubren una nueva paralela, y setenta piezas de grueso calibre vomitan fuego certero y nutrido contra el baluarte de Oriente. Era este baluarte como el escudo de la plaza, porque protegía su lado más flaco, y así fue indescriptible el empeño que mostraron los catalanes en conservarle y los sitiadores en espugnarle. Al fin, el día 30 de agosto, se dio un violentísimo asalto. Derramóse allí mucha y estimada sangre; los defensores, menos vencidos que oprimidos, fueron cediendo terreno, pero casi todos prefirieron morir a soportar la ignominia de la derrota.
Era imposible a los sitiadores dar un paso sin grande efusión de sangre; combinábase la acción de la artillería y de las minas; pero los sitiados mostraban una fecundidad de recursos y una intrepidez siempre en incremento.
El baluarte de Santa Clara fue embestido, ganado y vuelto a perder; los sitiadores abrieron nueva brecha; los sitiados la cubrieron con sus pechos más duros que una roca; aquellos emplearon la mina; estos contraminaron, y no logró Berwick el triunfo definitivo sino perdiendo miles de sus más valientes soldados.
Dueños, finalmente, los sitiadores de todas las obras exteriores, y teniendo el muro las brechas practicables, se dispusieron para el asalto general. Berwick, previendo los horrores de que iba a ser teatro aquella infeliz ciudad, envió un parlamentario proponiendo las bases de una capitulación decorosa; pero la rechazaron los soberbios catalanes en términos de tan desesperada energía, que fue preciso recurrir al último y más deplorable extremo de la guerra.
La aurora del 11 de septiembre descubrió al ejército sitiador describiendo un semicírculo y abrazando a las formidables columnas destinadas al asalto. Estaban separadas las tropas de las dos naciones, porque el hábil Berwick quería emplear el poderoso resorte de la emulación en el buen éxito de esta arriesgada empresa; los franceses debían embestir por el frente el bastión de Levante; los españoles por los dos lados el de Santa Clara, y la Puerta Nueva. Pocas veces se ha desplegado un aparato de fuerzas más imponente para una operación de esta clase; en pocas circunstancias análogas han mostrado los sitiadores un denuedo más firme y brillante; casi nunca un pueblo se ha resistido con una obstinación tan ciega.
Cincuenta compañías de granaderos se lanzaron al mismo tiempo y con asombroso ímpetu sobre los tres puntos que se les había asignado; sosteníanles de cerca cuarenta batallones, con trescientos dragones desmontados. El resto del ejército, apoyándose en la trinchera, podía en el último trance darse la mano con estas fuerzas avanzadas.
No cejaron los catalanes ante esta violenta irrupción; habían cubierto las brechas de cañones cargados con bala menuda, y disparándolos oportunamente, arrebataron filas enteras de los sitiadores. Pero eran tales la disciplina y denuedo de estos, que continuaron avanzando sobre los cadáveres de sus compañeros, y llegaron al estrecho del combate. La proximidad impedía a unos y otros valerse de proyectiles; empleaban únicamente el arma blanca con reciproca y horrible mortandad. Nuevos y abundantes refrescos robustecían a los enemigos y daban mayor pábulo a su ira; pero como el número de los sitiadores era más considerable, y el vínculo de la disciplina sostenía su heroica intrepidez, arrollaron por fin a los sitiados y penetraron en las brechas. En el mismo instante, y como a una señal convenida, el pabellón español tremuló orgulloso sobre los bastiones de Santa Clara y Puerta Nueva, y el francés en el de levante. Sin embargo este primer triunfo no debía considerarse como decisivo.
En febrero de 1707 una ordenanza
real dispuso que las tropas borbónicas franco-castellanas, usarían bandera blanca con cruz de Borgoña roja aspada, con dos castillos y dos leones. |
Renovóse entonces el combate con doble encono y mayor esfuerzo, porque movía a unos el despecho de haber sido arrollado, y a los otros la proximidad de la victoria. Las tropas recobraron muy luego su superioridad; sobre todo los españoles, arrostrando a pecho descubierto el fuego de la artillería colocada en las boca-calles, se apoderaron de las piezas y las volvieron contra los mismos barceloneses. Conturbóles algo este suceso, y más la toma del baluarte de San Pedro, sobre el que sin orden de sus jefes se precipitaron los valientes castellanos.
Doce horas de continuo combate y tan duros reveses, habían agotado las fuerzas de los sitiados; ya no se defendían, pero tampoco se entregaban; semejantes a un león que acosado por los cazadores, extenuado de fatiga y debilitado por las heridas, se detiene a la entrada de la caverna y espera allí con fiera actitud la flecha que ha de atravesarle el corazón, asi los barceloneses permanecían inmóviles en sus posiciones, recibiendo en ellas la muerte que prodigaba el ardiente brazo del soldado.
de Elius Dado, publicada en Lyon en 1549, apareció una nota manuscrita anónima en la hoja de guarda anterior:
“Qualsevol que llegesca estas rallas encomanam
a Deu per caritat; digues luego un parenostre
i ave Maria Vale Als 11 de Sbre de 1714 dia infelis per Barcelona” a Dios por caridad; di después un padre nuestro y un ave María. Vale. A los 11 de Sbre de 1714 día infeliz para Barcelona " |
Aun duraba esta conferencia cuando salió de en medio del ejercito una voz lúgubre que imperiosa decía “mata, quema”. No fue menester más para que las tropas se abandonasen a los últimos extremos de la cólera. Barcelona hubiera cesado de existir aquella noche, envuelta en fuego y sangre, sin los nobles esfuerzos que hizo Berwick para contener a sus soldados. Habiendo restablecido la calma en su ejército, le formó en orden de batalla, dispuestas las compañías de incendiarios y preparados todos los elementos hábiles a aniquilar, si no se podía someter la ciudad rebelde. Los barceloneses, ciegos por su deplorable obstinación, provocaban con nuevos desacatos este trágico desenlace.
Algunos historiadores dibujan con las tintas más negras el cuadro horrible que presentaba Barcelona aquella noche (11 a 12 de septiembre). Mientras algunos destacamentos, por orden de Berwick, recogían los cadáveres y les daban sepultura, se desprendía de las casas una lluvia de proyectiles, de mixtos compuestos de azufre, betún, pez y cera ardiendo. Los objetos que antes servían al lujo, al placer o a la utilidad de los habitantes, obstruían las calles, porque todas las pasiones de una generación estaban supeditadas al momento, que era la venganza, y esta capaz de los más sensibles sacrificios.
Rayó la aurora y espiró la tregua concedida a los catalanes por el duque; pero éste, siempre benigno, lo prorrogó por seis horas más. Espirando el ultimo termino, y no dando los catalanes prueba alguna de sumisión, mando Berwick que se procediese al incendio de la ciudad. Sin embargo, queriendo templar este acto de severidad tan necesario, con la moderación posible, prohibió al propio tiempo el saqueo; y su ejército por un rasgo de disciplina todavía mas raro y admirable, obedeció religiosamente la orden.
El lúgubre estallido de llamas avisó a los catalanes de su última desdicha; los más frenéticos querían sepultarse entre las cenizas, legando a la posteridad el ejemplo de una nueva Numancia, pero los mismos fautores de la sedición retrocedieron ante la horrible suerte que aguardaba a tantos millares de familias, enarbolaron otra vez la bandera blanca y pidieron la vida. Berwick, que mostró durante este sitio un talento privilegiado y un carácter heroico, les concedió ademas la hacienda. Las bases de esta especie de capitulación, se cumplieron con una exactitud laudable; Villarroel y algunos jefes, perdieron únicamente la libertad; la masa del pueblo fue comprendida en un indulto tan político como generoso.
Muchos aconsejaban a Felipe V que arrasara la ciudad de Barcelona, y erigiese en medio una columna. A la verdad podía hacerlo, porque Berwick no había prometido conservarla; pero el rey, magnánimo en esta circunstancia, como siempre que seguía los impulsos de su corazón, se limitó a abolir sus fueros y a quemar los estandartes emblema de su independencia.
Muchos aconsejaban a Felipe V que arrasara la ciudad de Barcelona, y erigiese en medio una columna. A la verdad podía hacerlo, porque Berwick no había prometido conservarla; pero el rey, magnánimo en esta circunstancia, como siempre que seguía los impulsos de su corazón, se limitó a abolir sus fueros y a quemar los estandartes emblema de su independencia.
Francisco de Paula Mellado
Enciclopedia moderna: diccionario universal de literatura ..., Volum 22
Madrid al 1857.
El sitio de Barcelona, “Barcino Magna Parens” Viena 1716
El baluarte de Sant Pere en primer plano.
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Despertador de Cathalvnya: per desterro de la ignorancia, antidoto contra la malicia, foment a la paciencia, i remei a la pusillanimitat, en publich manifest de las lleys, y privilegis deCathalunya ...
Norberto Font y Sagué - 1713
Pedro de Comines -1759
Serafín María de Sotto Clonard - 1854
Enciclopedia moderna: diccionario universal de literatura ..., Volum 22
Francisco de Paula Mellado
Alejandro del Cantillo
Francisco de Paula Mellado
Alejandro del Cantillo
Tratados, Convenios y declaraciones de Paz...
Tratado secreto de amistad,alianza y protección entre la reina de la Gran Bretaña y el Principado de Cataluña, concluido en Gènova el 20 de junio de 1705
Tratado de comercio entre la Gran Bretaña y el Archiduque Carlos, como rey de España, firmado en Barcelona el 10 de julio de 1707 - Artìculo secreto haciendo partícipes a los ingleses en el comercio de la América española, con exclusión perpetua a los franceses
Tratado secreto de amistad,alianza y protección entre la reina de la Gran Bretaña y el Principado de Cataluña, concluido en Gènova el 20 de junio de 1705
Tratado de comercio entre la Gran Bretaña y el Archiduque Carlos, como rey de España, firmado en Barcelona el 10 de julio de 1707 - Artìculo secreto haciendo partícipes a los ingleses en el comercio de la América española, con exclusión perpetua a los franceses
The deplorable history of the Catalans, from their first engaging in the war, to the time of their reduction. With the motives, declarations, and engagements, on which they first took arms. The letters,treaties, &c. relating thereto ..
London 1714
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