jueves, 28 de enero de 2016

EL SALON DE REINOS DEL PALACIO DEL BUEN RETIRO DE MADRID.






EL "SALÓN DE REINOS" DEBE SU NOMBRE A LOS ESCUDOS DE LOS 24 REINOS QUE FORMABAN LA MONARQUÍA HISPÁNICA EN TIEMPO DE LOS AUSTRIA, CONCRETAMENTE DE FELIPE IV.
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El Salón de Reinos fue el auténtico eje pictórico del antiguo Palacio del Buen Retiro, construido entre 1630 y 1633. El palacio se construyó en el Este de Madrid, rodeado de jardines, con el fin de alojar a la familia real durante el verano.

El Salón de Reinos era la estancia más significativa del Retiro. Al principio había sido destinada a lonja real, cuando el palacio se utilizaba como teatro de fiestas. Pero cuando el Retiro se convirtió en palacio propiamente dicho, el Salón de Reinos pasó a ser salón del trono, en la que el monarca presidía las ceremonias y diversiones de la corte. Una utilización de tan alto rango requería una decoración no menos excelsa, que sirve como síntesis del poder y la gloria del Rey de España.

No se reparó en gastos para convertir la estancia en un modelo de regio esplendor. El salón ocupaba un largo espacio rectangular en el centro del ala norte del palacio, el triple de largo que de ancho (34,6 x 10 metros) y alto de techos (8 metros). Un balcón de hierro daba la vuelta a la habitación, proporcionando a los cortesanos lugar para contemplar desde arriba de los espectáculos que tenían lugar en ella. Veinte ventanas dejaban entrar abundante luz, iluminando el espléndido mobiliario y decoración; los suelos estaban recubiertos de alfombras orientales y entre cada uno de los diez ventanales bajos, así como a cada lado de las dos puertas, se situaban mesas de jaspe. Junto a cada una de las doce tablas alzaba un león rampante de plata sosteniendo las armas de Aragón, regalo del protonotario Villanueva.

El techo iba pintado al fresco con detallados dorados, y entre los lunetos de las ventanas se habían pintado los escudos de los veinte reinos de la Monarquía española, que acabaron por dar nombre al salón. Los elementos decorativos más importantes eran las pinturas que colgaban de las cuatro paredes. Entre las ventanas, a los lados, colgaban doce grandes escenas de batallas encargadas expresamente a artistas de la corte, que representaban las grandes victorias logradas por los ejércitos de Felipe IV en cada rincón de su imperio mundial. A estas añadían diez escenas de la vida de Hércules pintadas por Zurbarán. Finalmente, cinco retratos reales ecuestres de Velázquez, a los lados de las puertas, completaban la decoración, de una opulencia casi asiática.


La decoración de la estancia, obra de Velázquez, era la más espléndida de todo el complejo de palacio ya que, como salón del trono que era, debía cumplir la misión de impresionar a embajadores y miembros oficiales y ilustres de las otras cortes europeas que acudían a palacio. Las paredes estaban recubiertas hasta el suelo de pinturas de estilo Grutesco; además, acogían una decoración pictórica llena de simbolismo político, el único objetivo era la exaltación del rey Felipe IV.













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